No se trata de contar únicamente lo que pasa. Hay que explicarlo. Hay que buscar la relación existente entre las partes.
Por eso, lejos de huir de la demonización de la memorización de los conocimientos, tenemos que emplearnos en facilitar la comprensión de los fenómenos a través de un camino trazado de causas y efectos.
Esto que hemos puesto como ejemplo para una disciplina como la Historia, tiene que servirnos para asimilar muchas cuestiones de la vida pública que nos rodean y que nos afectan como integrantes de un colectivo.
Tengo una compañera que suele decirme que no cree en las casualidades. Todo tiene una razón. Unas veces nos agrada lo que sucede, otras nos puede parecer irracional. Y en otras lo vemos como poco comprensible o injusto. Pero, detrás de cada decisión hay un entramado de motivaciones que han sido movidas buscando un determinado fin.
Esa es la razón del empeño, especialmente en comunicación política, por ganar lo que han denominado “ la batalla del relato”. Es la manera más sencilla de buscar justificaciones sin entrar a profundizar en las causas que las producen.
Se ofrece el producto terminado y se evita la tentación de pensar o de analizar los detalles.
Eso no quita para que la construcción de un buen relato satisfaga a la mayoría de la gente.
Así, como hemos precisado, cuando tengamos que pararnos a analizar los por qué de las cosas, no olvidemos que, al igual que sucede con la Historia, no tenemos que detenernos únicamente en el relato. Veamos también la explicación.
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