Profundizaba el profesor Javier Muñoz Soro, en una publicación sobre los intelectuales en la Transición, en la confrontación que se produce entre la ética de la convicción frente a la ética de la responsabilidad.
En momentos, como los actuales, donde se alude constantemente a los principios, y en los que incluso algunos banalizan o simplifican, rozando el aparente heroísmo, acerca de la preferencia de los principios a la moqueta, es bueno que reflexionemos lo que significan ambos conceptos dentro del contexto de la vida pública o de la meramente política.
Desde la oposición, es habitual lanzar estridentes proclamas ( acordémonos cuando Pablo Iglesias esgrimía aquello de “ el cielo no se toma por consenso, se toma por asalto) o en el otro extremo Abascal pidiendo plomo para combatir la delincuencia.
Este tipo de principios, lo que hemos dado en denominar “ ética de la convicción” habitualmente se desvanece en el momento en el que se llega, aunque sea a acercarse tímidamente al poder. Lo vemos en muchas de las decisiones de gobierno que se asumen ( un ejemplo internacional lo tenemos viendo a Milei abrazando al Papa y olvidando todo lo que no hacía muchos días había dicho sobre él), otros lo tenemos en lo que tienen que “ tragar” algunos gobiernos autonómicos en los que está presente la extrema derecha y que miran para otro lado cuando su socio principal pone en marcha algunas medidas completamente en contra de sus líneas programáticas y sobre todo sin el beneplácito de sus votantes y seguidores.
Y es que la ética de la responsabilidad es las que nos lleva a pensar que al margen de priorizar el cumplimiento de los programas electorales, cuando una fuerza política tiene la obligación de gobernar, debe pensar, necesariamente, en toda la ciudadanía.
Y es verdad, a veces, se tendrá que enfrentar a sus propios principios ideológicos. A veces tendrá que ceder. A veces tendrá que negociar, intercambiar, compartir, proponer… acuerdos para que el beneficio de las medidas alcancen a la mayoría de la población.
Eso no significa, de ningún modo, que renuncie a sus promesas. Eso, a mi juicio, lleva consigo, ponderar cuando es la responsabilidad la que hace que tengas mano izquierda en determinados momentos.
Sin embargo, si esta situación se reproduce con mucha frecuencia. Si son más las veces en las que tienes que dejar de lado tus iniciativas para aceptar las de los demás. Entonces, sí que creo que puede haber un conflicto y es preferible echarse a un lado.
Entonces, sí que habrá llegado el momento en el que la ética de la convicción se enfrenta, para no perder, frente a la ética de la responsabilidad.
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