Artículo de Blanca Martín, Presidenta de la Asamblea de Extremadura.
La Historia es caprichosa y suele tener capítulos parecidos, a pesar de las décadas que pasan y transforman la realidad. Allá en 1945, en los últimos estertores de la II Guerra Mundial, las potencias ya casi vencedoras, se reunieron en Potsdam, donde decidieron dividir, geopolíticamente en dos, el mundo; por un lado, el bloque occidental, liderado por EE.UU y que poco tiempo más tarde. sería cobijado por la OTAN, y por el otro, el bloque oriental que, poco tiempo después, sería tutelado por el Pacto de Varsovia, a imagen y semejanza de Stalin.
No obstante -seguimos en 1945- con Alemania arrasada y Japón sin apenas capacidad militar, Truman decidió hacer bueno el Proyecto Manhattan y envió al Enola Gay con la bomba atómica -“big fat”- a Hiroshima. A los americanos, con la mente puesta ya en la postguerra, le corría prisa, no para doblegar al Imperio del Sol Naciente, sino para hacerlo antes que los rusos entren por Manchuria y, como con Berlín en Europa, hacerse más poderosos en Asia.
Así pues, la bomba fue un mensaje para la URSS que aún no había desarrollado la tecnología atómica, algo que harían unos tres años después con más de un millón de personas destinadas al esfuerzo nuclear. En definitiva, con Potsdam, las bombas atómicas, la OTAN y el Pacto de Varsovia, se creó el marco global de la Guerra Fría, conflicto liderado por las potencias dominantes, pero sin enfrentamientos entre sí.
La Historia nos enseña que no podemos ni debemos mantenernos impávidos ante lo que ocurre a nuestro alrededor. Recordemos que en Europa sucedieron las guerras más sangrientas y, por supuesto, el Holocausto. Solamente hemos vivido en paz y crecido como nunca, con una Unión Europea cohesionada, democrática, liberal y plural.
Hoy, 2024, la geopolítica y el desenfreno tecnológico, nos mantienen en vilo. Por enésima vez, Rusia y su sueño de reconstrucción imperial bajo la autarquía de Putin, invadió Ucrania. Israel reaccionó al ataque de Hamás del 7 de octubre, con una guerra territorial y étnica, en Gaza. Irán amenaza con entrar en el conflicto, mientras China descansa, por ahora, y continúa su dominación económica. Se mezclan causas y consecuencias probables, mientras en Europa, generaciones golpeadas por el fracaso del proceso de descolonización de África, amenazan, o eso creen los defensores de la Europa blanca, con potenciales ataques terroristas, mientras dejamos morir en el Mediterráneo a víctimas del horror, la guerra y el hambre.
Estamos, por ahora, en otra especie de Guerra Fría con dos bloques -EE.UU, Israel y Europa; Rusia, China, Irán- atentos a lo que puede suceder en dos espacios bien determinados, a la espera de que, en Bosnia-Herzegovina, vuelva a estallar un conflicto entre sus tres etnias y sus tres presidencias. Allí se sumarían, una vez más, Serbia y Croacia en el corazón del continente.
Por tanto, la Historia nos enseña que no podemos ni debemos mantenernos impávidos ante lo que ocurre a nuestro alrededor. Recordemos que en Europa sucedieron las guerras más sangrientas y, por supuesto, el Holocausto. Solamente hemos vivido en paz y crecido como nunca, con una Unión Europea cohesionada, democrática, liberal y plural. Si no somos capaces de recuperar nuestra fortaleza para construir la paz, volveremos a ser un territorio común para los Verdún y Normandía del siglo XXI.
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